Howard Phillips Lovecraft ha venido maravillando a muchos con sus historias de terror. A él se le
reconocen los cuentos de Cthulhu cómo sus grandes obras, en dónde abarca un terror cósmico, pero a
su vez existen otros cuentos en los cuales expone un terror más “terrenal”.
Tal es el caso de “Herbert West: Reanimador”, en donde se nos relata la aventura experimenta de dos
jóvenes médicos que tratan de reanimar cuerpos ausentes de vida y que a lo largo del método prueba y
error llegan a sorprendentes y horrorosos resultados.
Dentro de la trama de “Herbert West: Reanimador” se encuentra el médico West y otro estudiante (el
cual no hace mención de su nombre en toda la historia) que lo ayuda en su larga búsqueda para revivir
a los muertos a lo largo de diecisiete años. A pesar de siempre terminar con supuestos fracasos, todos
en cierta medida van siendo un “éxito” conforme la historia se va desenvolviendo.
Todo apunta a una temática de zombies, pero más bien es algo al estilo Dr. Frankenstein; los zombies
son muertos con ya algunos días de putrefacción sin uso de razón y con una inexplicable hambre por la
carne. Lo que buscan West y el otro médico es reanimar cuerpos con escasas horas sin vida, en buen
estado, sin muchos defectos internos o externos, sin conservar y que una vez estén vivos de nuevo
puedan tener uso de razón al igual que antes de morir.
Lovecraft no se complica con los avances científicos de su época, simplemente todo lo resume con una
“solución líquida” y con ciertos aspectos obvios para todo quien este familiarizado con la muerte, por
ejemplo: El cuerpo se empieza a descomponer desde el primer instante en que muere; y es por esa
misma razón que West los necesita lo más frescos posibles, para así mantener sus tejidos en el mejor
estado, incluyendo el cerebro, y lograr una reanimación total de algún ejemplar.
A pesar de contar con lugares ficticios como la Universidad de Miskatonic y la ciudad de Arkham, los
eventos extraídos de la realidad ocurridos dentro del la trama encajan de buena forma y hacen del relato
algo más verosímil, como si nuestra realidad fuera moldeando la ficción del cuento, y no al revés como
suele suceder.
Como ya se mencionó, los personajes principales son Herbert West y el médico anónimo. El médico
hace la función de narrador y es por el que podemos “ver” los diferentes sucesos ocurridos durante toda
la historia; es nuestra ventana al laboratorio de West. A pesar de empezar con entusiasmo la tarea de
ayudarle a West en sus locuras (o experimentos como él les llama) poco a poco va desconfiando de sus
métodos para conseguir y reanimar seres vivos.
Se nos muestra un médico con dudas sobre lo que hay después de la muerte, causando así su curiosidad
ante los experimentos de West. Se llega a preocupara por su “jefe” e incluso le ayuda sin siquiera
preguntar, el sentimiento de fisgonear es más fuerte con cada resultado; igualmente va generando un
terror dentro de él con los cambios que sufre su colega y su obsesión por revivir seres vivos.
Por otra parte tenemos a Herbert West, que con su afán de dar un salto importante en la medicina en
cuanto respecta con traer la vida a los muertos, esto termina, irónicamente trayendo su propia muerte.
Es un médico delgado, con cabello rubio y un poco bajo de estatura. No obstante, dentro de su frágil
complexión se encuentra una persona, en un principio llena de dudas sobre la muerte, alguien que sin
importar las consecuencias, llevaría a cabo sus experimentos de reanimación.
Al principio se topa con varios obstáculos para el desarrollo de su investigación, pero pronto se nota
que va aprendiendo de sus experiencias. Su curiosidad se torna en una necedad y luego termina
mutando en una cierta locura.
La relación de estos dos personajes nace de una forma natural, pero a lo largo de la historia se va
manteniendo de una forma un poco inexplicable. El médico se espanta de West e incluso le reprocha
sus métodos, pero se queda con él hasta el final.
Los argumentos que se relatan para explicar su constante relación son convincentes pero a veces
chocan con la personalidad del médico; que cada vez le asusta más West.
La descripciones hechas por Lovecraft se limitan a lo que pueda saber o ver el médico anónimo (que es
el narrador). Y habiendo tantas reanimaciones a lo largo de la trama, sólo las más impactantes para el
médico son las expuestas.
En cada capítulo se comienza contextualizado la situación, se va haciendo una recapitulación de lo
anterior, pero lo interesante es que en todos los capítulos se describe el físico de West. Esto porque en
un principio la obra se fue entregando por capítulos y no en un sólo tomo. Cualquiera bien podría
empezar el tercer capítulo y terminarlo sin problemas pensando que se trata de un pequeño cuento; las
dudas o cabos sueltos quedarían como parte del velo de misterio que guarda West en sus experimentos,
y esto es algo muy interesante por parte de Lovecraft.
Sin embargo, cuanto más se avanza se va siento como si se fuera levantando cada vez más ese velo de
misterio, uno se va envolviendo y llega a sentirse como el propio médico.
H. P. Lovecraft nos demuestra que el terror a lo desconocido y a la muerte siempre nos atormentará, y
por más que creamos en algo después de la muerte, siempre tratamos de saber que es lo que hay, o
simplemente intentamos ser inmortales.
“Herbert West: Reanimador” es un cuento no muy largo, pero que te deja con un “buen terror”; nada de
sustos o brincos del asiento, y no porque este mal, sino porque sencillamente es un libro y no una
película. Simplemente va creando expectativa un nerviosismo puro. Si centra lo suficiente y uno se deja
llevar libremente por la imaginación guiada por la narrativa de Lovcraft, seguro encuentra el terror
único y característico de éste autor.
Cabe mencionar que ya ha tenido tres adaptaciones por parte del Séptimo Arte; ninguna con resultados
favorables. Sin embargo, eso no quita que después sea objeto de otra nueva adaptación, está vez bien
lograda, y ponga punto final a la desgata moda zombie.
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